sábado, 17 de diciembre de 2011

Restauración de una butaca alfonsina...

Hoy os quiero mostrar una de las últimas restauraciones que se llevaron a cabo en el taller, al mismo tiempo que el amario renacentista del que os mostré el proceso hace poco. Sí, han sido unos meses de locura!, bueno... y lo siguen siendo, ya que ahora tengo tres piezas entre manos...





Pero a lo que vamos, esta preciosa butaquita de caoba y asiento y respaldo en rejilla, pertenece al estilo Alfonsino, que debe su nombre al monarca Alfonso XII, hijo de Isabel II, y que reinó desde 1874-1885. Durante este periodo, y continuando con la tendencia de recuperación del pasado del periodo isabelino, es frecuente encontrar un mobiliario con un fuerte componente de historicidad (recuperación y reinterpretación de estilos del pasado).

Estaba bastante perjudicada, ya que un perrito había mordido una de sus patas, se le había partido la voluta del reposa-brazos y uno de los ensambles del respaldo. Aparte de eso, el barnizado a base de goma-laca estaba deteriorado y el asiento de rejilla se había roto. 

Comenzamos encolando el respaldo y quitando el brazo y la chambrana delantera del asiento para así poder limpiar la superficie de la butaca con más facilidad; para ello usamos lanilla y decapante, método que como ya os he comentado en otras ocasiones respeta la pátina de la madera. Descubrimos una bellísima caoba cubana, con un veteado y color inigualables.

Una vez realizada esta labor se procedió al encolado de las diferentes piezas del reposa-brazos (que por suerte se conservaban), el ensamble del respaldo y a enmasillar las zonas en las que había pérdida de materia.

Una vez seca la masilla, se lija y pule para proceder al entintado, cuya única función en este caso, es igualar las partes enmasilladas con el resto de la madera, ya que la madera tiene un color fabuloso.



Aplicamos la goma-laca a muñequilla y lo siguiente...coser el asiento!



Aquí podéis ver algunos de los pasos del cosido.


Como la rejilla nueva es muy clara, hacemos un tinte-barniz a base de goma-laca y pigmentos (como los que se fabrican para el acabado de los instrumentos de cuerda) e igualamos el acabado del asiento con el del respaldo.




Y aquí tenemos esta preciosa butaquita lista para hacer las delicias de una tarde de lectura y té, con mantita en las rodillas incluída!

viernes, 9 de diciembre de 2011

Restauración de un armario de finales del s.XVI.

¡Y por fin ayer, entregamos el trabajo que me ha tenido tan ocupada en estos últimos meses!. Se trata de un armario de finales del s.XVI, de origen italiano, realizado en madera de roble, que llegó al taller bastante deteriorado. Aunque a simple vista no parecía estar en tan mal estado, tan sólo hizo falta trasladarlo para darnos cuenta de que la estructura estaba a punto de desarmarse. Literalmente.

Es un mueble de dimensiones considerables, con estructura marcadamente arquitectónica, de dos cuerpos, como era común en la época en que fue fabricado: Renacimiento tardío. Cada uno de los cuerpos se abre con dos puertas profusamente decoradas mediante tallas que representan motivos mitológicos (sup.), y cortesanos (infer.). Probablemente, las puertas inferiores fueran fabricadas posteriormente, por otras manos menos virtuosas, ya que la talla, más plana, y la diferente temática, así lo indican. Aparte de eso, hay varios elementos que fueron repuestos posteriormente, en otras maderas.

Como curiosidad histórica añadir, que esta tipología de mueble sufre una importante evolución en el s.XVII: los dos cuerpos del armario renacentista se funden en uno, resultando de ello el clásico armario con dos grandes puertas que hoy todos estamos habituados a ver. Por tanto, podríamos decir que éste es uno de los últimos ejemplares fabricados a la manera renacentista.

Y a continuación os muestro las fotos de los pasos fundamentales de este proceso de restauración. Como ha sido un proceso muy largo, he tenido que hacer buena criba de imágenes, pero creo que aún así os podréis hacer idea de lo laborioso del trabajo.

 
 















 Este es el estado en que se encontraba el armario cuando se me encomendó su restauración. En la foto de la iquierda ya se han empezado a desmontar las puertas, que estaban unidas al mueble mediante unas curiosas bisagras de hierro en "l".

Comenzamos pues desmontando las puertas para comenzar a limpiarlas y ajustarlas, ya que con el tiempo las tablas con las que estaban fabricadas se habían ido separando. Como veis el sistema de abisagrado estaba fijado por unos grandes clavos fabricados a mano.

El proceso de limpieza se llevó a cabo con lanilla de acero y decapante líquido, por ser el método menos agresivo para la madera y la conservación de su valiosa pátina. En las imágenes vemos varias fases del proceso de diferentes puertas.

Una vez las puertas estuvieron limpias, se analizó la estructura del armario y las necesidades que tendría. Aunque en un principio creí que íbamos a poder salvar más piezas, la realidad fue que hubo que rehacer practicamente el esqueleto del mueble, debido a que las maderas que lo componían estaban prácticamente desechas (xilófagos, humedad, clavos en contacto con la madera...).

Otro de los factores que contribuyeron a empeorar el estado del armario, fueron los "arreglos" que le practicaron a lo largo de los siglos para ir corrigiendo los efectos que el tiempo había producido en él, y que lejos de frenar su deterioro, lo incrementaron: superposición de tablones para cubrir zonas con desperfectos con el consiguiente aumento de peso; mutilación de las patas, con lo que el peso del armario descansó por completo sobre los zócalos, que debido al anteriormente mencionado incremento de peso terminaron rompiéndose; y todo esto revirtió en tensiones en el resto de la maderas, que terminaron rajándose en las zonas más debilitadas. Resultado: un mueble totalmente descuadrado que iba inclinándose peligrosamente cual torre de Pisa. 

El armario estaba fabricado de la siguiente manera: una estructura ensablada a modo de dos cajones rectangulares, que iban recubiertos con los elementos decorativos a la manera clasica: friso, metopas, cornisa, cuarterones, embellecedores...

Por suerte pudimos salvar todos estos elementos, excepto tres cuarterones muy deteriorados, que al fin y al cabo conformaban la "imagen"del armario, pero para preservarlo de cara al futuro se tomó la decisión de fabricarle nuevamente su esqueleto y así devolverle la estabilidad y robustez.

Aquí vemos imágenes del estado en el que estaba dicha estructura (tanto la superior como la inferior) a la que ya se le habían quitado las traseras (irrecuperables e incompletas) y dos tramos de baldas, y de los pasos seguidos para desarmarla.
 









El siguiente paso fue limpiar y desinsectar las piezas que se iban a conservar. Seguidamente, antes de desmontar el armazón, se tomaron las medidas para sacar las piezas que habría que sustuir (travesaños y traseras) y que fueron realizadas de igual forma que las antiguas: ensablaje de caja y espiga. Este paso era muy importante y delicado pues había que insertar piezas antiguas (cuarterones y varias piezas que se conservaron de la estructura original) en la nueva estructura. Aparte de eso el armario debía mantener la proporción original y las puertas debían cuadrar.
 Las siguientes imágenes muestran el proceso de armado y encajado de la estructura superior e inferior del armario.














  















Una vez el mueble estuvo armado, y se comprobó que las puertas encajaban, se fabricaron las baldas (sólo pudimos conservar las inferiores), se tiñó para igualar las lagunas de color y las reposiciones, y se procedió al dar el acabado, que en este caso  fue a la encaústica o a la cera, ya que era el acabado que se aplicaba en la época a la que pertenece el armario.






                                     Y ya colocado en su casa....

Éste ha sido el resultado. A pesar de las inevitables sustituciones que se han tenido que llevar a cabo, la imagen original del mueble no se ha visto alterada en absoluto. Sin embargo hemos garantizado la supervivencia del mueble...esperemos que otros cuantos siglos más!!

Y para descansar..., mañana comienzo con la restauración de varias piezas doradas!, ya os iré mostrando.

Un gran abrazo! 

sábado, 3 de diciembre de 2011

La concha de la tortuga "CAREY"

Purera, pitillera y cerillera. Museo del Romanticismo. Madrid
Hola a todos!, sigo en el lío de taller, pero saco mis ratitos para actualizar el blog y en esta ocasión quería hablaros del carey, ya que es un material que está directamente asociado con las antigüedades, bien porque muchos objetos decorativos usados en el pasado (peinetas, botones, joyas...) fueron realizados en este material, como porque fue fundamental para la ornamentación de algunos tipos de muebles, concretamente de los fabricados mediante la técnica "Boulle".

Considero por tanto, que esta información puede ser de utilidad al público objetivo al que va dirigido este blog, amantes de las antigüedades, ya que para poder conservar adecuadamente una pieza debemos conocer su naturaleza .

Cofre en madera, carey, laminilla de oro, hierro, óleo y marfil.
Museo de Arte Colonial. Colombia.
En este momento he de hacer una pequeña puntualización, y es que, la restauración de marqueterías a base de carey son un trabajo delicado y se debe dejar en manos de profesionales.

Y después de esta introducción, vamos al grano:

"Carey" es el nombre popular con que se conoce a la tortuga marina Eretmochely imbricata. De su caparazón se extraen las placas de carey, tan preciadas para la fabricación de objetos decorativos y el ornato de muebles.

El adulto de carey mide entre 71 y 91 cm. de caparazón y pesa entre 36 y 64 kg. Tienen una cabeza parecida a la de las aves, por lo que también se las conoce como "pico de halcón". La concha de la tortuga carey es la más apreciada, aunque también se extraen placas de otras especies.. Hoy en día el término "carey" se usa indistintamente, sea cual sea la auténtica procedencia de la concha.

El interés por el carey empezó a finales del s.XVII y se consolidó en el s.XVIII y constituía la base del comercio de muchos poblados de la costa del Caribe. Además de la explotación de la concha, eran muy apreciadas su carne y sus huevos, estos últimos muy solicitados en Japón.

Esto hizo que la población de esta especie se redujese a los mínimos, y se tuviese que iniciar un proceso para la protección de las tortugas marinas, creándose en 1970, el Parque Nacional Tortuguero, en Costa Rica.

Actualmente su explotación y venta están prohibidas, pero se pueden extraer placas de ejemplares disecados.

Proceso para la obtención de las placas de carey:


Antiguamente se extraían las placas, de las tortugas recien sacrificadas; para separar la concha del cuerpo de la tortuga, se sumergía en agua muy caliente con una alta proporción de sal, lo que reblandecía la unión de la concha con la piel de la tortuga. Después, con la ayuda de espátulas e intrumentos similares, se separaban poco a poco las placas de su soporte. Las placas de carey extraídas se prensaban de inmediato para corregir su tendencia a recuperar la forma curva natural.

Pegar dos trozos de carey:

Las placas son muy duras, pudiendo romperse durante su manipulación. Si esto ocurre podemos solucionarlo ya que al tener una composición proteica, su comportamiento se asemeja al de las colas animales. Así pues, si queremos soldar dos piezas de carey, las dejaremos en remojo, más tarde las herviremos, al menos durante una hora. Aún calientes colocaremos las piezas a soldar entre dos conglomerados laminados, pues estos mantendrán durante más tiempo la humedad. Se colocará un corcho en la parte exterior, o la cara curva de concha para que absorva este movimiento durante el prensado. Éste deberá durar a menos 48 horas y mientras dure el proceso colocaremos peso encima para que se mantenga plano.

Carey sintético:

Dado que hoy en día está prohibida la comercialización del carey, es interesante conocer las posibilidades del sintético para aplicarlos en restauración. Su tratamiento será igual que con el autentico, pudiéndose pintar, encolar..., con la diferencia de que no deberemos calentarlo para doblarlo, pues en estado natural se adpta perfectamente a cualquier superfcie.

Podemos diferenciar el sintético de la concha auténtica, por su superficie, que en el primero será homogénea, mientras que en el segundo presenta un aspecto escamado.

Otra de las formas de saber si un mueble que debamos restaurar presenta material sintético o natural, es quemando una pequeña porción, ya que, mientras el natural desprenderá un olor característico de las materias animales, el sintético puede reaccionar de dos formas, en función a su composición: si la pieza es de celuloide quemará muy rápidamente y podría provocar un incendio; si es de acetato resistirá mejor la prueba aunque también puede llegar a quemar. Esta fórmula sólo es recomendable si es posible desprender un pedacito del material,  para hacer a prueba sin que el mueble corra riesgos.

Respecto a la disponibilidad en el mercado, el celuloide es muy difícil de encontrar, mientras que los acetatos que imitan al carey se comercializan en láminas de un grosor de 0,7mm. Son de color ambar con moteado pardo-negro que muchas veces es excesivo . La cara del anverso es brillante y la del reverso es mate. La cara buena suele traer una protección de papel ya que es muy fácil que el acetato se ralle, por lo que no debería retirarse hasta el final de la restauración.


Truco: En el caso de que la lámina de acetato no se asemeje al material original del mueble, podríamos imitar el moteado en una lámina de acetato o PVC transparente (veladura ámbar, moteado negro y finalmente moteado rojo). El único inconveniente es que la sensación óptica será la de un dibujo tras un cristal. Pero podemos usarlo en zonas poco visibles o si queremos realizar una restauración totalmente respetuosa en la que la zona restaurada se diferencie de la original. En cualquier caso, las marqueterías Boulle, son tan intrincadas, que si el detalle a reponer es pequeño, el ojo no apreciará la diferencia.

                                            Un abrazo y hasta pronto!
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