lunes, 3 de febrero de 2014

Restauración de una pequeña silla isabelina

¡Hola amigos!, ante todo Feliz Año, que aunque vaya con retraso, ¡las intenciones son las mismas!.

Lamento haber estado alejada del blog estos últimos meses, algo que desde luego ha sido en contra de mi voluntad. La campaña navideña en Espacio Restaurata, una infección de oídos y posterior gripe, unido al trabajo del taller..., me lo han impedido. Pero ya todo está en orden, y me siento con ánimos para escribir el primer artículo del año, así que, ¡vamos con ello!.

Quiero mostraros el proceso de trabajo de esta pequeña silla isabelina, de finales del s.XIX, por una razón fundamental: se trata de una restauración basada en el principio de la "mínima intervención". Es decir, aunque siempre procuramos ajustarnos a los principios básicos de la restauración, muchas veces nos vemos obligados a retirar un acabado (barnices generalmente), porque está muy deteriorado, o rehacer por completo un asiento de rejilla, porque tocar sólo la parte afectada no garantizaría la funcionalidad del mismo.

Hay que tener en cuenta, que el cliente particular, en general, suele regirse por criterios de funcionalidad. En este caso, esta sillita de finales del s.XIX no iba a tener un uso cotidiano; su dueño la quería como objeto de exposición, y ese hecho nos permitió realizar una restauración más propia de un museo, que las que realizamos generalmente para un cliente particular.

La silla, lacada en negro, policromada a base de decoración floral y de guirnaldas y con incrustaciones de nácar o madreperla, presentaba gran cantidad de suciedad acumulada en su superficie, y un barniz muy amarilleado, que ocultaba el colorido de la policromía y de las incrustaciones de nácar. El asiento de rejilla artesanal, presentaba un pequeño roto; y la estructura de la silla estaba desencolada.

Así pues, comenzamos nuestra labor rehaciendo el pequeño agujero que se había formado en el asiento de rejilla. Para ello hubo que eliminar todas las tiretas que participaban en el roto. Un agujerito tan pequeño..., ¡y la lata que da!... Al acabar el trabajo, le aplicamos una pátina a las tiretas nuevas, para integrarlas con el resto. Con este labor, hemos conseguido salvaguardar el asiento original del s.XIX, eso sí, ¡no es un asiento en el que podamos sentarnos todos los días!.














En esta imagen de la parte baja del asiento, se ve claramente cuáles son las tiretas que hemos tenido que sustituir para reparar el roto (las de color más claro).
Pasamos ahora al encolado general, labor sencilla, que realizaremos con cola animal, ya que es la que se usó originalmente. Recordemos que la cola animal la compramos deshidratada, y que por tanto, antes de calentarla al baño maría, debemos dejarla en remojo para que se hidrate, unas 12 horas. Es entonces cuando la calentamos y podemos usar. Utilizamos prensas para sujetar la estructura de la silla en su correcta posición hasta que la cola se enfríe, momento en el que alcanzará su máximo nivel de adherencia. Yo suelo dejarlas unas 12-20 horas (¡manías!).

A continuación, realizaremos la limpieza del acabado de la silla. Como se trata de pintura al óleo, elegimos hacer una cata (pequeña prueba en alguna zona no muy visible) con alcohol ( no removerá la pintura al óleo), ya que todo apuntaba a que se le hubiese aplicado, a lo largo de los años, numerosas capas de goma-laca, que con el paso del tiempo habían amarilleado y oscurecido, ocultando la belleza de la policromía y de las incrustaciones de madre-perla.


Tras la labor de limpieza, realizamos los retoques pictóricos adecuados, que ayudarán a disimular las lagunas existentes en algunas zonas de la policromía.

El alcohol permitió retirar perfectamente la suciedad y el barniz, pero deja la superficie mate, así que para protegerla y devolverle el brillo, aplicamos goma-laca a muñequilla, y...¡el resultado salta a la vista!.


Nuestra pequeña sillita isabelina (también conocida como "de baile") está lista para ser expuesta y admirada su belleza.





Como siempre, espero que os haya gustado el trabajo, y toméis en consideración las premisas expuestas: 
la mínima intervención es una de las bases de una correcta restauración.

¡Hasta pronto!

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