Se llama "bronces" a las bocallaves, los tiradores, los perfiles, los embellecedores de patas o los adornos de bronce. Recibirán el nombre de "herrajes" esas mismas piezas cuando son de hierro.

El bronce es una aleación de cobre y estaño. Hoy en día se emplea cada vez más el latón, que es una aleación de cobre y zinc, menos noble pero más blanda. Ambas son de color amarillo brillante.
Algunos bronces son dorados, también llamados "ormolú" (ya que derivan de la expresión francesa bronze doré d´or moulu o bronce dorado), es decir, recubiertos de una fina capa de oro de ley. Antes de proceder a su limpieza habría que saber si el bronce está dorado o no, porque aunque tradicionalmente se ha usado el amoniaco como limpiador del bronce, este producto destruye el oro, por lo que con los bronces dorados hay que tener un cuidado especial. En cualquier caso, sólo muebles excepcionales y muy antiguos, poseen bronces dorados de oro de ley. Si tiene un mueble muy antiguo y tiene dudas, no lo toque, llévelo a un restaurador.

En el caso de que se trate de un bronce dorado, deberá proceder con una limpieza muy poco agresiva. Primero se desmontará el bronce, y se pulverizará con un limpiador de hornos casero o se sumergirá en agua muy caliente con detergente de buena calidad. Ambos productos llevan agentes quelantes, que son los encargados de desprender la suciedad y grasa depositadas en la superficie, sin dañar el oro. Elimine la suciedad frotando con un cepillo de dientes viejo y aclare abundantemente con agua limpia. Nunca utilice un limpiador de metales o lanilla con un bronce dorado, ya que se llevará el oro y arruinará la pieza. Para ambos métodos, si el resultado es un amarillo vivo y brillante, indica que los bronces son dorados. Si no son dorados, este tratamiento no tendrá efecto y habrá que llevar a cabo una limpieza más radical.
Si tiene claro que
el bronce no está dorado, puede llevarse a cabo la limpieza de varias formas, dependiendo del grado de suciedad. Lo más sencillo es intentar sacarle brillo con una lana de acero fina (triple cero), en seco o con la ayuda de un poco de cera, y sin necesidad de desmontarlos. Si la suciedad persiste, use un producto limpiador especial para cobre, plata o latón, pero teniendo cuidado de no insistir en los engastes, ya que se llevaría esa pátina tan valiosa y que tantos años ha tardado en formarse. Estos productos son corrosivos, por lo que no debe olvidar proteger la madera, ya que si nó, puede estropear el barniz o cera que la recubre. Después repase los bronces con pequeño cepillo mojado en agua, para evitar que queden sedimentos blancos o verdosos del producto en los recovecos. Cuando estén secos, encérelos con cera incolora o clara.
Por último queda la limpieza a fondo, si los bronces están muy oxidados. En este caso, el único modo de hacerlos relucir es desmontarlos y decaparlos con amoniaco.
Ver truco para extraer tornillos o clavos rebeldes.
Sumerja los bronces, según su grado de oxidación, en una palangana llena con una solución de amoniaco y agua a partes iguales, o en el caso de que aún así no fuera suficiente en amoniaco puro. Insisto en la importancia de conservar la pátina de los bronces, a fin de que no reluzcan demasiado,y de no perder esa valiosa pátina, así que es importante controlar el tiempo de sumergido. Con unos segundos si se trata de amoniaco puro es suficiente.
Es conveniente realizar la limpieza de los bronces uno a uno, ya que al sacarlos del amoniaco hay que limpiarlos inmediatamente pues si nó se oxidarían, y si tenemos varios sumergidos, mientras limpiamos uno, los otros estarían demasiado tiempo en el amoniaco.
Con unos guantes saque el bronce y cepíllelo con un cepillo metálico fino; aclárelo enseguida con mucha agua, séquelo con un trapo o con serrín, como antiguamente. Finalmente dele brillo con una lana de acero muy fina y finalmente puede protegerlos de la oxidación con un barniz incoloro para metales o con cera incolora o clara.
Detalles a tener en cuenta:
* Para usar el amoniaco, hay que hacerlo al aire libre y llevar guantes, mascarilla y gafas.
* Para limpiar los bronces que son demasiado grandes para sumergirlos en una palangana de amoniaco, utilice un producto de limpieza para llantas de coches o un producto para la plata, ya que para que el amoniaco haga efecto, es preciso que el bronce esté sumergido por completo, si nó, se oxida en lugar de limpiarse. Seque el bronce con alcohol de quemar, de barnizar, o doméstico.
* Para evitar mezclar los bronces y los tornillos una vez desmontados del mueble, es conveniente que los numere por detrás, haciéndoles una pequeña marca con una lima. En el caso de los tornillos fíjese bien en su colocación, póngalos sobre una hoja de papel en la que habrá hecho previamente un boceto de la forma del mueble. Esto es muy útil, pues no todos los tornillos son iguales, y por tanto los agujeros no tienen los mismos diámetros.
* Cuando los bronces estén fijados con clavos, ayúdese de un formón viejo, haciendo palanca en el bronce. Un cartón le servirá para proteger la madera y con unos alicates podrá extraer los clavos.